A partir de 1918 se inicia la construcción del batey y central Jaronú, con un tiempo record de dos años. Este central sustituye los antiguos ingenios y trapiches que existían en la zona como los ingenios Santa Rosa, Jururú y Bainoa; dando paso a un desarrollo industrial favorecido por el ferrocarril Norte.

En su construcción se empleó material de mampostería y techo de zinc para la construcción del central y además de techo de tejas para las viviendas.

Todos estos materiales de alta calidad fueron traídos de los Estados Unidos. En 1921 culmina la construcción y se realiza la primera molienda del central.

El batey cuenta con amplias calles, aceras (parterres, áreas verdes abundantes). En las fachadas de las viviendas se observan imágenes de arcadas semejantes a arcos ciegos de medio punto y arcas abiertas, también de medio punto. Todas las construcciones están marcadas por frontones, donde resalta un escudo de relieve característico del batey.

El área del parque posee una gran belleza, se encontraba rodeado por los edificios de mayor importancia como la iglesia, el cine, el hospital, oficinas del central, el hotel, la casona (casa del administrador, primera vivienda que se construyó) y viviendas de mayor jerarquía. El batey constituyó un conjunto urbano y arquitectónico que lo distingue por su gran belleza y singularidad.

Siendo uno de los valores patrimoniales más relevantes del municipio por su estilo único, costumbres y tradiciones. Actualmente Jaronú está propuesto como Monumento Nacional y la preocupación de los residentes del lugar, el gobierno y el PCC municipal por su preservación gracias a su rico valor arquitectónico.